“Llamemos al destino final como cada uno quiere: felicidad, autorealización, elevación, iluminación, darse cuenta, paz, éxito, cima o simplemente final; lo mismo da. Todos sabemos que arribar con bien allí es nuestro desafío”. Jorge Bucay
Hablar de duelo nunca es sencillo, pero si liberador, sanador y transformador. Así llegue a este mundo en un entorno de duelos en mi círculo nuclear, de mi madre adaptándose a una nueva forma de vida, tratando de dejar atrás un camino doloroso; de mi padre ante la incertidumbre de permanecer o soltar; de mis hermanos en esencia estrujados, por tanto, por todo; así que mi arribo no fue fácil, nunca lo fue.
A lo largo de mi vida siempre supe que todo debía tener un sentido, y eso se lo debo también a mi madre, que sin importar lo mal que lo estuviéramos pasando le encontraba el lado positivo o la lección a aprender a todo. Comprendí también que los duelos son parte de este camino de transformación y sé que duelen, duelen mucho.
Mi vida comenzó a florecer, quizá es genética, formación, carácter, fortaleza, resiliencia, o todos esos ingredientes juntos, segura estoy colocados como semillas por mis padres, ayudaron… y mucho. La escuela se convirtió en mi prioridad, fui una niña, adolescente y joven con sobresaliente aprovechamiento académico, siempre me ha gustado aprender.
Mi madre me decía “somos un ser espiritual viviendo una vida material”, yo sin entenderlo de fondo en ese momento lo aceptaba como escudero fiel; más adelante lo viví en carne propia y si no hubiera tenido la inteligencia espiritual que desarrollé por ella, la transformación tal vez hubiese tardado más.
Tuve una adolescencia hermosa, mi madre me dejo ser, supe fácilmente relacionarme con las personas y generar amistades entrañables, tuve guías de ruta: maestros, amigos, orientadores; y grandes ángeles guardianes como mi padre, a quién veía poco, pero siempre tenía las palabras adecuadas para fortalecer mi carácter; a mi novio en la adolescencia, a quien recuerdo con mucho cariño, maestros que confiaban en mis talentos y amigos que aún conservo.
Al terminar la universidad, conocí a un hombre de quien me enamore al instante y sin dudarlo sé que fue un flechazo para ambos; físicamente hermoso, con una ternura, talento e inteligencia evidentes, pero era un enigma en muchas cosas y eso me atrajo aún más; no pasaron ni treinta días y tras una forma peculiar de dar un anillo de compromiso no lo dude, me case con él.
Mi matrimonio fue como una novela romántica, ambos enamorados hasta los huesos, pero con heridas por sanar, que aparecen cuando te relacionas de manera tan profunda. No había nada que no pudiésemos solucionar juntos, o eso era lo que pensaba; un año más tarde estaba embarazada y me sentía la mujer más feliz del mundo, pero algo inesperados sucedió, un embarazo de alto riesgo que termino con la partida de mi hija.
Y viene el primer duelo… Todo paso por mi cabeza, ¿Qué hice mal?, ¿Si no hubiera trabajado tan duro?; ¿Por qué a mí?; y mi ángel rescatador estaba nuevamente a mi lado, gracias a mi madre pude superarlo, me dio el valor que solo una madre puede dar a su hija. Me tomo de la mano, me cuido y no me soltó como siempre, como nunca. Sus palabras fueron “vive por las dos” y así fue.
Mi relación termino también… Segundo duelo… ¿por qué dos personas que se amaban tanto terminaron separadas?, cerrar ese ciclo no fue nada fácil, hoy se que viví lo que tenía que vivir, ese momento de mi vida fue transformador.
Sanada nuevamente disfrute al máximo cada día, abrace cada momento que tenía, sabiendo que puede durar un segundo, disfrute continuar estudiando, viajando, trabajando, a mis padres con ambos mis lazos se hicieron más fuertes y sólidos; más madura, más imperfectamente feliz por elección y es que sin importar lo mal que lo estuviera pasando le encontraba el lado positivo o la lección a aprender, por fin lo comprendí “somos un ser espiritual viviendo una vida material”.
Y ahí estaba yo justo en la cima nuevamente con una carrera profesional en ascenso, comenzando una nueva relación con mi mejor amigo, si… el amor siempre estuvo a un ladito y sigue estando para mí, pero esa es otra historia que ya les contaré a detalle. En una de las etapas más felices, logre escribir mi primer libro: Palabra de Leona en honor a mi hermosa madre Leonor.
He aquí el tercer duelo, la partida súbita de mi hermosa leona. Sin dudarlo ha sido el camino más doloroso, de mayor transformación, de mayor revelación: mi madre, mi mejor amiga, mi ángel protector, mi leona alada. Definitivamente soy un antes y un después, la cantidad de bendiciones que envío a mi vida han sido inconmensurables, una tras otra y siguen llegando más… y sé que es ella, desde donde está ahora. Y sigo caminando y vivo por las tres y lo hago con honor y el deleite que me permita la vida y en tu nombre mi leona alada. En honor y homenaje a ti cada uno de mis pasos.
Y si es un camino… deseo de corazón que todos estemos bien durante, al final o en la cima, es nuestra responsabilidad pulirnos en estos duelos, esa es la transformación.
El Duelo: Un Camino de Transformación By Araceli Orozco
El Duelo: Un Camino de Transformación
Y si es un camino… deseo de corazón que todos estemos bien durante, al final o en la cima, hablar de duelo nunca es sencillo, pero si liberador, sanador y transformador.
📆Grupo 1: Sábado 08 de Agosto del 2020
📆Grupo 2: Sábado 15 de Agosto del 2020
📆Grupo 3: Sábado 22 de Agosto del 2020
📆Grupo 4 : Sábado 29 de Agosto del 2020
📆Grupo 5: Viernes 04 de Septiembre del 2020
📆Grupo 6: Viernes 18 de Septiembre del 2020
Costo Público en General: $500
Costo Afiliadas: $350
⏰Horario: 10 a 13 horas.
☎442 241 5322
📱442 668 9878
📩 registro@palabradeleona.com
Palabra de Leona by Ara Orozco